viernes, enero 30, 2009

Transiciones


El 15 de Septiembre de 1975, comenzó a funcionar el Metro de Santiago, tren metálico, subterráneo, limpio y veloz, gran novedad, gran avance en el camino hacia el desarrollo, con sus, en ese entonces, doce estaciones, delimitadas entre San Pablo y La Moneda, fue todo un suceso.


Hoy, en el 2009, ya no se dan acontecimientos como aquel, las novedades tecnológicas tienen un carácter transitorio, de mínima duración pues, son constantemente superadas y reemplazadas por otras, de este modo, nos enfrentamos, ocasionalmente, a otro tipo de acontecimientos; por ejemplo, descubrir una calle o una vieja plazuela que no ha sido remodelada, un pequeño rincón de la gran urbe olvidado por el progreso, entonces retornamos, nos agarramos a dos manos a la pura nostalgia y luego contamos, como anécdota, que una tarde o una mañana cualquiera, nos encontramos de golpe, cara a cara con la infancia, con el cuaderno de hoja verde o con las calugas a cincuenta centavos... Era Posmoderna, así se define nuestra época.


Las características atribuidas a la Posmodernidad, tales como, ausencia de pasado y de rostro propio, la perpetuidad de presentes desechables como modo de existencia, la negación de un proyecto social identitario por la realidad de una misma sociedad, etc, son síntomas claros del síndrome de transición que padecemos, está también manifestado en la existencia de múltiples prismas y ejes de pensamiento puestos en diálogo, lo que configura un escenario móvil y dinámico, al que se le puede sacar un gran provecho.


Lo que se entiende por fragmentación, puede entenderse también como apertura hacia un abanico de posibilidades de intercambio y creatividad, enriquecimiento ideológico y social, generador de ramificaciones variadas de un tronco común y, dada esta particular sintomatología, la enfermedad pasa a ser – de nosotros depende -, una fiebre benigna, un estado paradójico de metamorfosis que, encausado creativa y responsablemente en pos de la reconstrucción personal y social, que extienda lo divergente hacia el colectivo, promoviendo la confrontación, la hibridez y el feed-back constante, puede crear fuertes lazos de correspondencia, pasadizos transitables por los que se pueda ir y venir, reestructurando los mapas intelectivos que el Modernismo estableció.



El movimiento es siempre fructífero, la energía cósmica de la que estamos hechos, jamás detiene su danza, es la forma de re-producirnos en todos los ámbitos y es allí, en medio de este flujo energético permanente, donde debemos estar naturalmente, rescatando desde nuestro centro todo lo que somos, para aprender en conjunto a construir caminos de encuentro; lo crecedor está en la confluencia de individualidades cooperativamente, porque mirarse en el otro, en las diferencias del otro, es reconocerse e identificarse, puesto que en lo divergente está manifestada la fuerza creativa y la libertad de cada quien para mostrarnos, unos a otros, innumerables posibilidades de mundos, formas y propuestas dentro de un universo múltiple.

NOTA: Las fotografías mostradas en este post pertenecen a la artista Gricel Salazar. Su interesante trabajo puede ser apreciado en www.openphotperu.com

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